Hoy, viernes 02 de Agosto finalmente llegó el día ansiado por Valen de ir a Temaikén con la escuela. El día se presentó helado, gris, sin probabilidades de que mejorara.
Lo despierto 9 menos cuarto de la mañana, ya que 9 y veinte teníamos que estar en "el campito", a la vuelta de la escuela desde donde saldrían. En auto, en menos de diez minutos llegamos.
Logré que se levantara, lavara los dientes. desayunara. Yo antes ya le había armado los sandwichitos y encontrado un antiguo bolso mío para que lleve la vianda, el anotador y la lapicera que habían pedido que llevara. Le puse nombre a todo, conociendo la costumbre familiar que arrastra Valen, de perder casi todo....
La forma en que cierra el bolso es como un pestillo, que está duro, Valen no lo puede abrir. Le digo que lo deje abierto. Que no, quiere poder abrirlo. No puede. "Es imposible", dice. (Últimamente su frase favorita). No, no es imposible, se hace así, ves? le muestro. Trata él. No puede. Ya él está nervioso, yo también. Dejálo abierto, repito.
Salgo a poner en marcha el auto, así se va calentando. Y no arranca. No hay caso. Pruebo, una, dos tres, diez veces. NUNCA me había abandonado mi autito. se va haciendo la hora, así que mientras trato de seguir arrancarlo (y que no muera la batería en el intento); llamo a un remisse.
Decido dejar de intentar, la termino de vestir a Isa, abrigarla, asegurarme que Valen lleve guardapolvo, campera, y el bolso.
Llega el remisse bastante rápido por suerte, y le digo adónde nos dirigimos, y por cuáles dos calles puede ir. Obvio, agarra por una tercera, la más transitada; la que NO quería que fuera. Va por un lugar que tiene un semáforo. Si me hubiera hecho caso, el semáforo lo hubiéramos evitado. Dudo en decirle ó no algo, pero me callo, no vaya a ser cosa que nos abandone a los tres en el medio de City Bell antes de llegar a la escuela.
Cuando arribamos a tiempo; estaban todos los compañeritos, y faltaban llegar algunos más. Yo había llevado el carrito de Isa para volverme caminando, a pesar del frío.
Tardaron un rato largo en salir, las maestras organizando la salida, cada uno se tenía que subir junto a su compañero de asiento: era un varón y una nena, todos mezclados, a propósito. Valen sube y yo dejo de verlo. Doy la vuelta al cole, (de dos pisos) y sigo sin lograrlo. No saqué fotos, porque no llevé cámara por el apuro, y porque igual no se veía nada.
Al final, descubro a Maitén, la nena con la que se iba a sentar. Valen va del lado del pasillo y obvio ni se le ocurre pensar que su madre puede estar abajo afuera, esperando que lo salude. Cuando finalmente el colectivo arranca, lo veo asomarse, me ve, y saluda con la mano. Qué suerte que me quedé hasta el final, y le pude ver la cara de felicidad al irse.
Lástima que su hermana va llorando todo el camino de vuelta diciendo "Vaaalen, Vaaaalen", hasta quemarme el cerebro y luego de haberle dicho unas trescientas veces que se fue de paseo, pero que vuelve.....
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